lunes, 11 de octubre de 2010

EL COLIBRÍ

El colibrí, es un ave perteneciente al órden de los Apodiformes y a la familia de los Trochilidae, mide entre los 5 y 20 cm, son Nectarívoros, cuyo significado es que succionan el nectar de las flores. Los aztecas relacionaban al Colibrí Huizilopochtli, con el Dios de la guerra por su agresividad para defender a su hembra de otro macho.


En mi viaje a Costa Rica además de poder disfrutar de un país extraordinario, no sólo por su naturaleza, sino también por la amabilidad de sus gentes, descubrí a este pequeño pajarillo que se me presentó de improviso.


Estábamos en las faldas del maravilloso volcán de El Arenal, en un hotel donde las habitaciones eran pequeños apartamentos de madera, la vista desde la pequeña terraza de dicho apartamento era la selva y como fondo el majestuoso volcán, el cual de vez en cuando exhalaba pequeñas bocanadas de humo.


El silencio sólo lo rompía el sonido de los diferentes animales de la selva, entre ellos el mono aullador, llamado así por los aullidos que emite, que más bien se parecen al ladrido de un perro.


Acababa de darme una duchita en nuestro pequeño apartamento, me había lavado la cabeza y me había puesto mi colonia preferida con olor, tanto el gel de baño, como la colonia a coco. Salí a la terraza y me puse a leer tranquilamente mientras esperaba que Jesús terminara su ducha.


De repente sentí un zumbido en mi oreja izquierda y como por resorte mi mano se fue a darle un guantazo al mosquito, mosca o lo que fuera que osaba molestarme, pero el bichillo era insistente, varias veces mi mano fue hacia lo que fuera para arrearle un buen mamporro, pero mi oreja, mi olor, y que narices yo misma, le habían entusiasmado.
Llegó el momento en qué no pude más y giré mi cabeza para ver quién era el mequetrefe que me estaba importunando de tal manera. El susto que me llevé o mejor dicho que nos llevamos fue mayúsculo, nos miramos y nuestros ojos se quedaron abiertos y creo que mi boca y su pico también, fue un instante mágico en el que nuestras miradas se fijaron, pegué un brinco y el probrecito salió volando huyendo del monstruo que olía a coco pero que, para su desgracia, no era una flor, y por supuesto de mi oreja no salía ningún nectar maravilloso, en tal caso un poco de cerúmen.
Tuve la gran suerte de tener a escasos dos centímetros de mí, un pajaro tan espectacular, y con esos colores que parecen dibujados por algún maestro del color, el mío, ya es el mío, tenía, un color violeta brillante, fue un instante sólo un pequeño instante, pero el recuerdo de ese pequeño colibrí no me dejará nunca.

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